10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos;
las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados
del
pecho, y las precipitaron desde la muralla.
11 Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a
escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos,
sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día.
12 Ruego a los lectores de este libro que no se desconcierten por estas
desgracias; piensen antes bien que estos castigos buscan no la destrucción,
sino la educación de nuestra raza;
13 pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que
pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia.
14 Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas,
aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados;
pero con nosotros ha decidido no proceder así,
15 para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados
a la medida colmada.
16 Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando
corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo.
17 Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas
palabras, prosigamos la narración.
18 A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada
edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne
de puerco.
19 Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame,
marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento,
20 después de escupir todo, que es como deben proceder los que
tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a
la vida.
21 Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la
Ley, tomándole aparte en razón del conocimiento que de antiguo tenían
con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le
fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del
sacrificio,
22 para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua
amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.
23 Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la
prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de
su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación
santa
dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara
pronto al Hades.